WLwa ley orgánica de educación (LOE) fue aprobada ayer por el Congreso de los Diputados y remitida al Senado con el voto en contra del PP y la abstención de Izquierda Unida. El partidismo frontal del PP en este debate no ha atendido ni siquiera a su entorno natural --la patronal de la escuela católica y el principal sindicato de la concertada--, que ha sido sumado por el PSOE al consenso mayoritario.

Esta LOE nos libra ya de la pesadilla de la LOCE, que afortunadamente no ha llegado a aplicarse: currículos cerrados y reválidas, itinerarios preestablecidos, elitismo y segregación. Nos devuelve a la senda de la educación esencialmente más homogénea para todos, aunque acepte matices diferenciales. Va a permitir el esfuerzo presupuestario y las políticas autonómicas, además de impulsar la escuela pública sin menoscabo de que también haga su trabajo una escuela concertada sin privilegios. Y puede servir para afrontar los problemas de integración, equidad y fracaso escolar. Pero todo ello solo será posible si a partir de mañana mismo se adoptan políticas de aplicación valientes y no nos perdemos en polémicas estériles sobre lo secundario: los exámenes de septiembre, el esfuerzo único del alumnado y los contenidos patrios comunes.