WUwna cadena de atentados terroristas sembró ayer la muerte y la destrucción en el transporte público de Londres. Las explosiones encadenadas de bombas en tres estaciones de metro y un autobús, en hora punta, dejaron una elevada cifra de muertos y heridos aún por concretar. Es un ataque en toda de regla, que alarga la lista de grandes capitales alcanzadas por el terrorismo de al Qaeda, y une el 7-J al 11-S (Nueva York) y al 11-M (Madrid). Nuevas acciones de los grupos islamistas instalados en Europa, que han demostrado su capacidad de organización, y que ayer señalaron los siguientes objetivos al amenazar a Italia y Dinamarca, los otros países que apoyaron, con España, la ocupación militar de Irak. Y todo ello previsto en el inicio de la cumbre de los países más poderosos de la Tierra (G-8), que reunía a los principales enemigos del fundamentalismo encabezados por el presidente George Bush .

En cuestión de horas, los londinenses pasaron de la euforia al terror, de la celebración por la concesión de los JJOO del 2012 al horror y el dolor ante las víctimas diseminadas en el centro de la ciudad.

CENSURA INFORMATIVA . La similitud del diseño del ataque terrorista de Londres con el del 11-M es evidente, aunque Tony Blair , a diferencia de José María Aznar en el 2004, asumió el reto inmediatamente y se dirigió a la opinión pública señalando a Al Qaeda y mostrando la firmeza del G-8 para "derrotar el terrorismo". Sin embargo, el Gobierno laborista censuró la información, evitó dar imágenes de las víctimas mortales y mantuvo durante siete horas una cifra oficial de dos muertos cuando desde fuentes internacionales se hablaba de decenas. Por más que se tratara de evitar el pánico, es un modelo de comportamiento impropio en una sociedad madura. Los ciudadanos, que en estos casos comprenden que las informaciones son provisionales, tienen derecho a conocer desde el primer momento la magnitud de la tragedia que les golpea y va a preocuparles.

LA LUCHA GLOBAL . Esta creciente destrucción violenta requiere una respuesta concertada. Pero ¿cómo extirparla? El Gobierno de Blair ha dado pasos para reforzar el poder del Estado a costa de un recorte de las libertades. Pero ha comprobado que la red de transporte de Londres, como la de todas las grandes urbes, es altamente vulnerable y no se puede blindar contra bombas humanas. El terrorismo global es un mal que hay que destruir, pero se debe arreglar el mundo atajando las graves injusticias que padece, y que nutren la central del terror. Porque no puede ser que ya no nos conmuevan las víctimas que a diario mueren en Irak en igual número que ayer en Londres.