Con unos niveles de crecimiento y creación de empleo muy por encima de la media europea, España ha entrado este año en el grupo de las ocho economías más potentes del mundo. Y es la única de ese grupo con superávit en sus cuentas públicas, incluidas las de la Seguridad Social. Sin embargo, las últimas cifras de inflación y paro disparan las alarmas ante un próximo, por no decir inminente, período de vacas flacas. Tampoco acompañan los índices de confianza del consumidor, la subida de las hipotecas o la bajada de 130.000 cotizantes a la Seguridad Social. Un panorama francamente adverso para la causa electoral de Zapatero .

Dicen los expertos que cuando se avecina una crisis es el empleo el primero en notarlo, y el último en beneficiarse de la llegada de un nuevo ciclo alcista. Estamos en el primer escenario, con cifras de paro que no han dejado de crecer desde el verano, hasta volver a superar sobradamente la emblemática barrera de los dos millones de personas inscritas en el INEM.

Aunque son más fiables las cifras de la EPA (Encuesta de Población Activa), que conoceremos el 25 de enero, la tendencia no deja lugar a dudas y, en términos políticos, corrige parcialmente el voluntarismo del Gobierno cuando éste se refiere a estos últimos 4 años como la "Legislatura del Empleo". Sólo parcialmente, pues aún descontando el consabido deflactor al triunfalismo del Gobierno, sigue siendo envidiable el balance de la gestión en esta materia: tres millones de empleos nuevos a lo largo de esta Legislatura.

Tampoco pueden verse como una enmienda de totalidad a la política económica del Gobierno el resto de los indicadores conocidos al cierre del 2007. Sobre todo el de inflación, ya en el 4,3%, una cifra sin precedentes desde el 95. Cualquier lector de periódicos conoce las causas técnicas de este peligroso repunte inflacionista, no debidas a la actuación del Gobierno sino al aumento del precio de dos productos muy concretos, el petróleo y los cereales.

Sin embargo, todo hace pensar que las malas noticias referidas al mes de diciembre van a perjudicar las expectativas electorales del PSOE. Y el PP se esforzará en alimentar esa tendencia. Es lógico, aunque cabe esperar su alejamiento de esa abominable práctica de la política española que consiste en alegrarse de un mal general como una forma de descalabrar al adversario político.