Se sacraliza la juventud y se la zahiere, se estima su frescura y se la condena. De ella se han dicho excelsos elogios, como el piropo de oro de Ruben Darío : "Juventud, divino tesoro...", y como el aserto de Benjamin Disraeli : "Los jóvenes de una nación son los depositarios de la posteridad". Tras recibir encomios y anatemas, siempre fue arcilla moldeada por educadores y políticos, ya con principios rectos y sólidos valores, ya con falsas teorías y sectarios soflamas.

Es un simplismo agotar estos aspectos con el dilema de si son buenos o malos los jóvenes, pues unos sestean y otros se esfuerzan por realizarse, unos se arrugan al primer revés y otros no cejan ante lo adverso, unos tienen fe en el porvenir y otros todo lo ven negro. La juventud es valiente, asciende a la cima o desciende a la sima y suele ir por la vida sin coraza, lo que le lleva a rotundos fracasos. Desprecia lo mediocre y huye del tedio, sueña con el éxito o cae en presagios de derrota... Por eso dice Ortega que "la juventud necesita creerse superior, y aunque se equivoque, tiene derecho a equivocarse impunemente". "¡Es grande ser joven!" era el grito que exaltaba sus valores en los años 50 y 60; mitificaba a James Dean y admiraba las baladas de Elvis Presley , coreaba a los Beatles , hacía suyas las protestas de Bob Dylan y Joan Baez , y le fascinaba el arrojo del Che Guevara en la manigua cubana... Hermosa era su utopía envuelta en lenguaje universal...

Se critica a los jóvenes por su impaciencia o inanidad de ser "ni-ni", pero son generosos y triunfan en miles de cosas, ganan oposiciones, coronan montañas, provocan entusiasmos y ganan plusmarcas. Si son cantantes llenan grandes recintos y, si toreros, se juegan la vida, entre el arte y la muerte. Se enrolan en oneges, son bravos soldados de guerra o reporteros con su cámara, de pólvora y sangre. Desfilan las mujeres en pasarelas de glamour, o lucen anatomías cinceladas los hombres. Pero también se idiotizan con el veneno letal de la droga, son osados ante el peligro y fogosos en sus alocadas "movidas"... No obstante, un país sin juventud es un agostarse colectivo, un mar sin barcos, desierto sin oasis y una tierra sin espigas mecidas por el viento... Por ello, estimemos a los jóvenes, hoy los más preparados de la historia, dándoles cauces de participación y un trabajo digno, porque de ellos depende el futuro, sin el cáncer del paro, que doblega las voluntades y los condena a estériles holganzas...