TNto hace falta que el calendario señale el 23 de abril --mañana-- ni que estemos en el Centenario del Quijote, para acordarnos del libro, pues ya Cicerón decía que "un hogar sin libros es como un cuerpo sin alma . Libro que lee el empresario y el pastor, el director del banco y el botones, el político y la enfermera, el estudiante y el viajero en vacaciones...

El libro siempre será icono y mito, como esos códices de cenobios y mamómetros de rancia biblioteca. Es horno de cultura y cofre de saberes, arcón de sorpresas y droga que no daña. Testimonio de civilización y progreso, con sus raíces en Grecia, que se cristianiza en la Patrística, se recluye en los monasterios y emerge en el Humanismo. Se hace crítico en la enciclopedia, erudito en el XIX y riguroso con la revolución genética y la bioingeniería, compitiendo con el libro electrónico que permite grabar en internet ediciones digitalizadas...

Ha tenido defensores a ultranza y furibundos detractores. Para unos, el libro alumbró obras capitales, que ganaron el Nobel, el Pulitzer o el Cervantes. Y, para otros, algo convencional, que sólo proporciona una cultura libresca , pues como señala Schopenhauer "leer es pensar con el cerebro ajeno, en lugar de hacerlo con el propio". Aunque no faltan otros, como Argensola , quien afirma que los libros han ganado más batallas que las armas. Aunque el barniz erudito que confieren hace que muchos hablen de libros que nunca han leído. De ahí que, para Humberto Eco , el mundo esté lleno de libros preciosos que nadie lee.

No obstante, hay libros que fueron revulsivos, como la Biblia, la Divina Comedia, El Quijote, o el Libro Rojo de Mao y Mein Kampf de Hitler . Por eso, muchos sufrieron la crítica más feroz, convirtiéndose en carne de inquisición y de anatemas. Lo que no acontece en países democráticos, donde corren expeditas las publicaciones, en consonancia con Oscar Wilde : "No hay libros morales ni inmorales, sino bien o mal escritos".

*Escritor