Abril es otra vida. El comienzo de otro trimestre mientras los campos se desperezan del frío y enseñan el color que guardaron durante el invierno. Ya se empieza a sentir otro olor al pisar la calle, ya se nota el picor del sol y la vida se llena de terrazas y horas más largas. Termina la Semana Santa, ese ecuador entre estaciones que devuelve calles repletas de público, plazas de luz y la sensación agradable de que lo mejor está por llegar. En medio del ruido y los días, asistimos a la ceremonia de la confusión que sigue provocando la grave crisis en Cataluña. Un asunto que tardará en cicatrizar y que ha puesto a prueba nuestro Estado de Derecho, afortunadamente solventado por la Justicia, lenta a veces en sus procedimientos pero segura en la defensa de la ley. No hay país que aguante a una pandilla de políticos ciegos que piensan que el fin justifica los medios. Eso no. Lo peor no es la realidad de las cosas sino las consecuencias de nuestros hechos. Huyendo del cansancio que provoca este tema en la ciudadanía, esta sociedad nos regala otros ejemplos para la esperanza y la fe en el ser humano. Pequeñas historias maravillosas como la de ese policía local que saltó en Badajoz a rescatar a una mujer que había caído al río Guadiana desde un puente, con final feliz para sus dos protagonistas, o el anuncio de que tendremos mejoras en el hospital de referencia para niños en la región con el fin de hacer más llevadera su estancia y la de sus familiares. Abril se despierta para ofrecernos la luz que trae gratis para todos, la de jornadas festivas como la de Arroyo de la Luz y sus caballos, la de las próximas fiestas de San Jorge en Cáceres, la bajada de su Virgen de la Montaña o el Womad que vendrá. No hace falta que les diga que ya no tienen tiempo de arrepentirse. El nuevo mes ha llegado. Disfruten ahora, que pronto será también historia.