XLxa decisión de Francia de suspender el Tratado de Schengen tras el atentado de Londres parece una de esas medidas que los gobiernos acostumbran adoptar cuando algo les desborda para transmitir a los ciudadanos la sensación de que todo está bajo control. Es decir, cuando no saben qué hacer. Si los terroristas suicidas de signo islamista, con perdón por la simplificación, vinieran siempre del extranjero , podría servir de algo renunciar durante el tiempo que fuera preciso a la conquista de la libre circulación de los ciudadanos de la Unión Europea por los países miembros de la UE, en aras de una mayor seguridad. Pero cuando esos terroristas pertenecen a tu propia comunidad nacional, como ha ocurrido en Gran Bretaña, no basta con eso, hay que hacer algo más. ¿Qué más? Este, por duro que sea reconocerlo, es, en mi opinión, el problema: las sociedades democráticas aún no sabemos en qué consiste ese algo más . Dedicar el tiempo que haga falta al estudio y la reflexión sobre las causas de este nuevo tipo de terrorismo (no confundir con los pretextos de los nuevos terroristas, por favor) es imprescindible para combatirlo con fundamento y eficacia. Pero me temo que la perversa dinámica de lo urgente está arrastrando a los asustados gobiernos occidentales hacia un despeñadero que, en realidad, es una palmaria confesión de impotencia: en lugar de ponerse a pensar , me temo que se han puesto a dar palos de ciego .

La propuesta británica de recortar el secreto de las comunicaciones e incrementar los poderes de la policía en nombre de la seguridad, adolece, en mi opinión, de la misma falta de reflexión que el cierre de las fronteras francesas. Tal como ha dicho el ministro británico de Interior, el primero de los Derechos Humanos de los londinenses es poder viajar en el metro de Londres (o de Madrid, o de París, o de Roma) sin temor a que un terrorista suicida te mate.

Si controlar Internet o los móviles bastase para garantizar este derecho, sólo cabría decir que, adelante. El terrorismo islamista no nos ataca en nuestras casas por lo que hacemos, sino por lo que somos. Aunque la invasión de Irak sea lo que ha abierto, en mi opinión, la caja de los truenos , la guerra no convencional que ha declarado a Occidente el terrorismo islamista no busca que las tropas extranjeras salgan de Irak, sino acabar con nuestra forma de vida occidental, es decir, con la democracia. Contra un enemigo así, pese a la ´doctrina Bush , no valen los tanques; tal como sugieren las medidas francesa y británica, la única respuesta válida es extremar la eficacia policial y judicial, e invertir en información y en inteligencia. Sin seguridad no hay libertad, sí. Pero, atención, porque corremos el riesgo de tirar al niño con el agua sucia de la bañera. Si la seguridad termina pesando más en el platillo de la balanza que la libertad, ustedes y yo nada tendremos que defender. Ganarán ellos: los terroristas. Lo que no habrá es... democracia.

Corremos el riesgo de tirar al niño con el agua sucia de la bañera. Si la seguridad termina pesando más en el platillo de la balanza que la libertad, nada tendremos que defender. Ganarán ellos: los terroristas. Porque lo que no habrá es... democracia