El Partido Popular es un partido coherente. Por eso el lunes no se unirá al resto de grupos parlamentarios del Congreso que homenajearán a 26 asociaciones de luchadores antifranquistas que sufrieron lo indecible. Ya se sabe que el PP ha de cuidar su amplio electorado, que abarca el centroderecha, la derecha y la ultraderecha. En este contexto se enmarca lo del " revival de naftalina", calificativo usado por el portavoz parlamentario del PP, Luis de Grandes Pascual (Guadalajara, 27-1-1945), para referirse al acto contra el franquismo.

Quien considera que la constante lucha por la democracia huele a naftalina y a alcanfor, como los viejos armarios de un desván, no es un político cualquiera, tanto por el cargo que ostenta como por la experiencia acumulada desde que fue diputado en las Cortes constituyentes (1977) integrado en la UCD. De Grandes es de ideología democristiana, pero ojo, de la familia cristianodemócrata que transigió con la dictadura intentando reformar el régimen desde dentro. El comulgó con Silva Muñoz, exministro de Franco, aunque luego fue cambiando: estuvo con Alvarez de Miranda, con Oscar Alzaga y, finalmente, con Javier Rupérez, cuyo grupúsculo se autodisolvió en 1989 poco antes de que apareciera el PP. Pese a todo, a De Grandes le gusta reivindicar el centrismo del PP. Un centrismo apolillado, claro.