Médico en Brasil

El 1 de enero de 2003 Lula irá al palacio do Planalto en Brasilia, después de una larga caminada, una jornada que comenzó con las huelgas de 1979 en el ABC paulista, o, mejor dicho, se inició mucho antes en el sertón pernambucano donde nació hace 57 años luz Inacio Lula da Silva, el presidente electo de Brasil. El tornero mecánico sin dedo meñique, y séptimo hijo de Dona Lindu, ha sabido ganarse la confianza de la gran mayoría del pueblo brasileño, y el respeto de la comunidad civil y política internacional.

Su mensaje: Brasil tiene que mudar para desarrollarse y para ser justo con los más desfavorecidos. Su objetivo: que cada brasileño coma tres veces al día. Su deseo, sin duda, ser el presidente de todo Brasil gobernando con justicia social.

Desde que vivo en Brasil he sido testigo de varias elecciones presidenciales y, creo, francamente, que ésta ha sido la más vibrante; el corazón de muchos brasileños ha sintonizado con la esperanza de este hombre sencillo, lúcido e históricamente comprometido con la causa obrera desde 1969. Con la causa de la democracia que lo llevó a la cárcel en los años 80, más tarde como diputado constituyente que mayor número de votos tuvo en democracia, después de décadas de dictadura.

Como cofundador del Partido de los Trabajadores (PT) en 1980, como ideólogo de la caravana de la ciudadanía de 1993, recorriendo 30.000 kilómetros por todo Brasil, o como compañero de Chico Mendes en la defensa del Amazonas.

Lula trae esperanzas para Brasil, y para América Latina, y no está solo, lo hace rodeado de un grupo de personas muy diferentes como Palocci, Marina Silva, Benedita, Mercadante, Guido o Gushiken, gentes que junto a él se han comprometido en esta victoria electoral, para hacer de Brasil un país capaz de ser el referente de todo el continente americano. Su toma de posesión será el momento más expresivo para la democracia en Brasil, y como diría Vinicius de Morais "este hombre ha conseguido una gran victoria, la del preconcepto histórico".