Angela Bustillo, la joven madre cántabra que ha sido desposeída del título de Miss Cantabria, ha recibido un amplísimo apoyo social en su protesta contra lo que considera una injusticia. Incluso la empresa organizadora que la ha castigado por tener un hijo, en aplicación de unas normas que tienen más de 30 años, ha anunciado que pedirá a las instancias internacionales que manejan esos concursos un cambio del reglamento. A estas alturas del siglo XXI resulta insoportable para la mayoría mantener que una mujer tenga prohibido ser madre para presentarse a los concursos de misses mientras que los hombres sí pueden tener hijos y optar al de Míster. El viejo machismo no está muerto, porque aún persisten discriminaciones como esta, pero sí está socialmente vencido. Sucede, sin embargo, que otras formas más sutiles de ese decrépito machismo están tomando el relevo. Podría decirse que es un sexismo de diseño, perfumado y posmoderno.

El Instituto de la Mujer ha pedido a la firma Dolce & Gabbana que retire un anuncio en el que una joven con el torso desnudo sujeta a una mujer en el suelo en presencia de otros cuatro colegas, una composición que puede interpretarse como una violación ante testigos complacientes. ¿Merece la pena prestar atención a este anuncio, amplificando su difusión y beneficiando quizás a la empresa anunciante? Es difícil contestar, pero la convicción de que todos los seres humanos nacen iguales incluye el apoyo a las leyes y acciones que ayuden a hacer efectiva la igualdad. En aplicación de estos principios, es difícil no apoyar al Instituto de la Mujer. Y el anunciante haría bien en hacerle caso.