Es lo que tiene un titular directo, nada más empezar ya se sabe de qué va la cosa. Pues sí, va de hombres vigorosos, bien plantados y valientes, eso dice la Real Academia de la Lengua (RAE), frente al término femenino de persona sucia y desaliñada, también según la RAE. Pero los adjetivos machote y guarrilla van más allá, son la contraposición de lo que esta sociedad alaba y lo que minusvalora. El género masculino y el femenino. ¿Hombre con éxito entre las mujeres? Es un machote. ¿Mujer con éxito entre los hombres? Es una guarrilla. No lo digo yo. Ambos conceptos forman parte del imaginario de nuestros adolescentes, a los que parece que tan solo hemos sabido transmitirles que la "igualdad" equivale al uso de un sinónimo más coloquial y menos hiriente que el término "puta". Nuestra lengua es rica en definiciones y para demostrarlo les propongo pensar en parejas de palabras: zorro/zorra; perro/perra; aventurero/aventurera; callejero/callejera; cualquier/cualquiera; hombrezuelo/mujerzuela; hombre público/mujer pública. Basta con cambiar el género y posiblemente habrán encontrado un insulto, eso sí, solo válido para las mujeres. Y estas palabras forman parte del vocabulario social, están ancladas en la mente de nuestros adolescentes, que las aceptan, las comparten y las utilizan. Chicos y chicas de entre 14 y 15 años en un IES, en un taller de igualdad, mirando con asombro una pizarra llena de conceptos cuyo género femenino es sinónimo de humillación. La primera reacción silencio, después risas y al final complicidad. Las palabras configuran nuestros pensamientos y nuestros actos y en ellos, entre los más jóvenes, el vocabulario sigue enfrentando a hombres y a mujeres, superioridad frente a igualdad. La desigualdad mata. La desigualdad es el fracaso de toda una sociedad frustrada y acomodada bajo una mirada masculina. ¿Qué estamos haciendo?