WUw no de los efectos de la mundialización de la economía ha sido la deslocalización de empresas, es decir, el traslado de fábricas desde países occidentales avanzados a otros donde los costes de producción son más baratos. Ese proceso, inevitable pese a las políticas de corte neoproteccionista, ha tenido aquí consecuencias funestas en algunos sectores punteros. Este diario informaba de que el sector textil español ha perdido 65.000 empleos, un 28% del total, desde el año 2000, y daba cuenta a la vez de que las grandes marcas del sector que producen en China, Marruecos o países de la Europa del Este ocultan qué prendas vienen de esas fábricas lejanas y cuál es el volumen de producción por países. Saber si un producto ha sido fabricado en España, en Italia o en China parece un derecho del consumidor. Pero los poderosos intereses comerciales hacen que esa información no figure en la mayoría de las prendas que se ponen a la venta en las tiendas. Firmas españolas como Adolfo Domínguez, Loewe, Camper o Caramelo, por poner solo unos ejemplos, no ponen en sus etiquetas el made in China o el made in Marruecos . Es cierto que no están obligadas a ello y por eso prefieren ahorrarse la información, sabedoras de que el público asocia lo producido en esos países con la baja calidad. Sin embargo, asistimos a dos fenómenos contradictorios: la calidad de producción de China ha mejorado la última década y es igual o superior a la de Occidente, según los expertos. Y, paralelamente, la reducción de costes de producción no ha tirado los precios hacia abajo, seguramente por los grandes márgenes comerciales que se manejan en el mercado de la moda.