TSteguramente, después de leer este texto, muchos pensarán que soy un tipo demasiado ingenuo. Me pregunto con frecuencia por qué hay personas con un interés irrefrenable por pillar un puesto político importante. Se embaucan a través de un partido en una carrera que les lleve a ser alcaldes, consejeros, secretarios generales, ministros o, lo más, presidentes de gobierno. Por regla general suelen ser gente con puestos de trabajo bien remunerado --excepto el aprovechado de turno con labia fácil y falta de escrúpulos que se cuela en la política porque no es capaz de hacer otra cosa-- y sin embargo eligen dedicar parte de su vida a ejercer un trabajo que les obliga a contraer responsabilidades y les expone a ser objeto de todas las descalificaciones posibles.

Sí, no entiendo por qué una persona, pongamos a Zapatero , aguanta estoicamente tantos varapalos por conservar la batuta gubernamental, pudiendo estar tranquilamente en su casa haciendo lo que se le antoje, a salvo de insultos y reproches. O Rajoy absorba, de igual manera, la ofensa de los contrarios en su lucha por hacerse con el gobierno. Quizá para ser político activo y con cargo hay que estar hecho de una madera especial. Estar preparado para que tu imagen se ridiculice en las caricaturas de los periódicos y en programas de televisión o radio, tus acciones se detesten y te conviertas en un personaje al que se lincha verbalmente con toda clase de improperios, tus pensamientos se abominen y seas tachado de inmundo enemigo de la sociedad. Sin embargo el político de oficio lo da todo y aguanta todo por no perder comba. Eso sí, siempre buscando el viento que sople los votos a su favor, aunque se acuesten pensando que cuando despierten les espera una agenda cargada de obligaciones ineludibles. ¿Por qué engancha tanto la política? No encuentro una respuesta convincente, quizá se deba a que tienen razón los que piensan que soy demasiado ingenuo.