No soy de Cáceres pero yo también te quiero mucho, madrecita. Siempre que hablo de ti te llamo Santa María de Nazaret, madre de Dios, que es la razón, raíz y fuente de toda tu grandeza. Y añado también siempre: llena de gracia y no de joyas como tu hijo. Me gusta recordar tu origen pobre en Nazaret. Nunca renegaste de ello, siguiendo el ejemplo de tu hijo, pobre hasta el final como lo había sido en su origen... Madre, me cuesta entenderlo. Y tiemblo al pensar que todo eso pueda escandalizar y apartar de la fe. Porque a ti te vemos tan lujosa no sólo los creyentes y podemos pensar que, bueno, que son cosas de hombres. Pero también te contemplan no creyentes. Y no quiero ni imaginarme qué pensará, por ejemplo, una madre no creyente que tiene a sus hijos pasando hambre. Madre, es que llegamos hasta el ridículo, hasta situaciones inimaginables. Acabamos de celebrar la pasión de Cristo. El lujo de las imágenes es para temblar. Cristo camino del calvario y con la cruz. ¿Quién lo vistió con tanto lujo? ¿Qué mantos? ¿Y qué madre se viste lujosamente para acompañar a su hijo que lo llevan a asesinarlo? Si las imágenes se movieran, creo que se sacudirían el lujo. Un beso, Madre, un beso.

SEVERIANO TALAVERO. Casar de Cáceres