TEtl presidente José Luis Rodríguez Zapatero tiene que hacer un gran esfuerzo para dejarse de vacilaciones, improvisaciones y cambios de criterio, que lo único que hacen es desconcertar a la gente y minar su credibilidad política. Por ejemplo, que la política económica la dicte el ministro de Fomento o que la política exterior la decida el ministro de Interior, como se da la impresión en los temas del posible aumento de impuestos y del contencioso actual con el Reino de Marruecos. La verdad es que el Gobierno le pone en bandeja a la oposición argumentos para combatirlo, al margen de que el PP se comporte a veces como un buitre sediento de poder, lo que primero exige, a su juicio, machacar al Gobierno con ocasión y sin ella, con razón y sin ella. El presidente tiene que decir ya y de una vez si piensa subir la fiscalidad a los que más tienen, o a los más ricos, o a los que más ganan, explicado cada uno de esos conceptos. O explicar si eso es imposible, por aquello de que se puede producir una huida de capitales y por qué tal huida sería inevitable y cómo lo resuelven en otros países europeos de más alta y progresiva fiscalidad.

En cualquier caso, tengo que decir que el Gobierno y su presidente están equivocándose clamorosamente, como he señalado, y que no entiendo cómo es posible tanta descoordinación teniendo nada menos que tres vicepresidentes encargados precisamente de la coordinación como tarea principal. Y tengo que decir también que el PP no es que se esté equivocando sino que está obrando de mala fe y con las mirada puesta exclusivamente en sus propios intereses partidistas. Las relaciones con Marruecos son seguramente el tema de Estado más importante. En este problema, produce perplejidad y vergüenza lo que hacen, después de que ellos casi nos llevaron a una guerra por Perejil y de que se indignaron tanto porque Felipe González visitara aquel país o hiciera allí gestiones cuando las relaciones eran muy tensas. Ahora, el PP no ha encontrado otra manera de ayudar que mandar a González Pons a enconar el conflicto actual, sin la menor posibilidad de aportar nada positivo.