Extrema, externa y eterna. Las tres palabras que la deuda y la pobreza del tercer mundo tienen en común. Extrema, porque la deuda y la pobreza han alcanzado niveles que son tan lamentables, tan inhumanos y tan anormales que tienen que conducir a una reflexión en el mundo industrializado acerca de cuándo y por qué esto ha ocurrido. Externa, porque los niveles de deuda y pobreza han sido promovidos por causas externas. Su raíz puede estar en los países en vías de desarrollo, pero muy a menudo no en sus ciudadanos, sino más bien en sus líderes corruptos, que pidieron prestados, con toda libertad, fondos para satisfacerse a sí mismos, lejos de ser apoyados y respaldados por sus ciudadanos. Eterna, porque la deuda y la pobreza se convierten de esta manera en compañeras de un largo viaje en un mundo que va en la dirección equivocada. Un mundo desigual que funciona según las reglas de una minoría poderosa y pudiente. Un mundo desigual que opera de acuerdo a las normas de un selecto club de naciones incapaz de avanzar y enfrentarse a los verdaderos retos del siglo XXI. La triple e. Un trilema que plantea retos. Uno se pregunta quién es suficientemente responsable como para liderar un cambio. Estamos en un punto en el que el mundo en vías de desarrollo gritará y dirá que ya es suficiente. Necesitamos administradores públicos capaces de avanzar. Cargamos con una gran responsabilidad como ciudadanos de un mundo democrático, cuyos líderes no están siendo ni consecuentes ni coherentes. Pongámonos manos a la obra.

J. Pozuelo **

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