TAt mí me gusta Loquillo. Es una afición que viene de lejos, del todo ajena a modas. Porque ahora está bien visto, sí, pero no siempre ha sido así. Se entiende dentro de lo "cool" (cursilismo en letras romanas) el que oigas los últimos y poéticos largos que se marca el de Sants. Incluso cuando canta a Luis Alberto de Cuenca . Dentro de lo posible, tiene buena reputación. Como la tuvo en su etapa puramente rocker, en los mitificados ochenta. Por esos años ya escuchaba sus entonces discos (pero no fui uno de los asistentes al combate-concierto que se montó en Cáceres. Cuestión de edad). Ya en los noventa, me recuerdo comprando un recopilatorio doble en el desaparecido Madrid Rock, situado donde la Gran Vía perdía su casto nombre en forma de montera. Solo que en esa década, sin embargo, ya todo era distinto: huíamos de todo lo que tuviera un aliento a movida madrileña, pop edulcorado y letras en español. Huíamos hasta de Alaska . Sobre todo de Alaska.

XHABIAx una canción de Loquillo que me llamaba poderosamente la atención. "La Mala reputación" por nombre. Sonaba distinta, más oscura, amarga y descreída, algo alejada de la virilidad y el orgullo de extrarradio que exudaban las canciones del Loco. Con razón. No era una canción de su creación (quiero decir, de las manos de Sabino). Sino una versión del cantante "maldito" francés Jacques Brel . Un alegato cínico sobre los vaivenes de la reputación. "Todos, todos, me miran mal. Salvo los ciegos, es natural".

La reputación. Los conocidos dichos nos cuentan que se construye durante toda una vida, pero que basta para destruirla un solo día. Hasta una sola acción, si (des)acierta en momento, lugar y forma. Ya saben, aquello de maté un moro, y después como que se exageró ligeramente el asunto y me gané un apodo políticamente incorrecto. O el aún más popular de echarse fama y después dedicarse a la buena vida. Sabios.

La reputación no es lo que eres. Ni siquiera lo que pretendes ser. Menos aún tu propia y genuina recreación de ti mismo. En realidad, no hay ningún yo en la ecuación de la reputación. Ni siquiera tiene por qué ser cierta. Es algo externo a nosotros, creado y modulado por lo que los demás entienden que son nuestras acciones. Con esa naturaleza escurridiza es normal que muchos desistan de tener (o comprar) una-

Y pese a todo, muchos se esfuerzan y luchan por que sea tenida muy en serio su reputación, la que sea, y se creen acreedores de ella. Mientras, otros ponen demasiado empeño en que parezca que todo les resbala-y en realidad, están construyendo igualmente su reputación. En este caso, anti-reputación. Somos muy ligeros con la reputación de los demás y casi siempre fieles perros guardianes de la que creemos nuestra. Y todo porque es inevitable prestarle atención.

Me ha resultado muy curioso comprobar, a lo largo de años de experiencia profesional, el sentido económico que tiene la reputación. ¿Pensaban que solo hablábamos de personas? No, lo mío es la perspectiva financiera. Compréndanlo, tengo una reputación que preservar-

Para una empresa su imagen es un elemento más de su activo, que "cotiza" diariamente y no está libre de sufrir altibajos. En ocasiones, determinan hasta la supervivencia de las mismas.

Un par de ejemplos. Hace un par de semanas tomaba una cerveza con el dueño de una línea aérea y de la pantalla de la televisión que nos servía de escenario salieron imágenes del famoso avión 370 malayo. "Si se descubre o filtra que el piloto era un suicida, vamos a pasar unos meses terribles. Todo el sector se la juega". Lo decía realmente preocupado (de hecho no dijo "terribles", pero por si hay niños leyendo-). Es curioso: ni es su empresa ni su región ni zona de trabajo, pero el golpe en la reputación del sector tendría enormes consecuencias.

Otro más: una conocida entidad financiera tras arduos meses de negociación y ataque a una empresa y sus accionistas, al recibir un dato sobre los últimos se retiró y bajo armas. La razón, textual, era que se había medido la operación desde otros parámetros y había un "riesgo reputacional" que les aconsejaba batirse en retirada. Curioso (por no decir algo más contundente).

En fin. Y todavía hay quién defiende que no existe la buena o mala publicidad, sólo la notoriedad. Ya. Es difícil negar el efecto mariposa de la reputación (sobre todo, de la mala). "Todos me muestran con el dedo, salvo los mancos, quiero y no puedo". Y es viernes santo: que le digan a Barrabás si no es útil que alguien tenga peor reputación que tú.