TNto sé si la sentencia emitida por la jueza de Primera Instancia del Juzgado número 4 de Manresa, en la que se obliga a la madre de una pequeña de 8 años a entregarla al cuidado de los abuelos paternos para evitar que siga manipulándola en contra de su progenitor, servirá para que la pequeña recupere la normalidad afectiva, porque el daño que esa mujer ha infligido a la niña es enorme.

No acabo de comprender cómo una madre que dice querer a su hija más que a nada en el mundo, es capaz de inculcarle tanto odio, tanta animadversión contra el hombre que le dio la vida, sólo porque entre la pareja las cosas no marchaban bien y tuvieron que tomar la decisión de poner tierra de por medio.

Son muchos ya los padres que se rebelan contra lo que es una clara discriminación contra el hombre, por el sólo hecho de serlo, y muchísimos los que no se resignan a no ver a sus hijos porque así lo ha decidido su mujer.

Bien está que se persiga a los maltratadores, a los que no pagan la pensión de sus hijos, a los que no se ocupan de ellos, pero sería injusto que todos fueran juzgados como delincuentes si no lo son.

Es cierto que la Ley del Divorcio es relativamente nueva, que mucha gente se casa pensando que es para toda la vida y que cuando el matrimonio se rompe, se les rompen los esquemas. También que la Ley de Igualdad ha venido a poner orden donde no había nada. Pero ha llegado la hora de empezar a separar la paja del trigo, a comprobar si todas las denuncias que se hacen contra los padres que quieren ver a sus hijos y no pueden hacerlo, tienen una base real.

Conozco mujeres a las que sus maridos no les pasan la pensión, pero también a muchos hombres que después de dejar el hogar conyugal, tienen que seguir pagando la hipoteca, la pensión, y lo hacen aunque ellos no tengan para alquilarse un pequeño estudio y tengan que volver al hogar de sus padres.