La heterogeneidad del auditorio reunido estos días en Barcelona por el congreso de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza confiere un valor relevante a sus consejos y temores. La amenaza de extinción que se cierne sobre la cuarta parte de los mamíferos, el cuadro apocalíptico esbozado por Ted Turner en nombre de la ONU y la seguridad de todos acerca de los peligros que acechan al medioambiente no hacen más que abundar en los riesgos enumerados en otros foros. El planeta se encuentra en grave estado por la acción del hombre, y negarlo justifica los peores presagios. Para que se encienda la luz al final del túnel no queda más remedio que aceptar los sacrificios derivados de un cambio en el modelo de desarrollo, minimizar el impacto de la economía sobre el medio y el coste energético de la prosperidad, además de insistir en la reducción de los arsenales nucleares. La documentación que manejan los congresistas de Barcelona no deja lugar a dudas en cuanto a que la Tierra puede dejar de ser un hogar confortable y seguro a la vuelta de medio siglo. De ahí la importancia de que esta realidad sea asumida como una certidumbre propia por personajes con una proyección pública que va más allá de sus ocupaciones profesionales. Lo ha hecho en el pasado reciente Al Gore, lo hace estos días Turner y deben seguir haciéndolo en el futuro voces comprometidas con programas destinados a salvar el planeta. Solo así es posible neutralizar el escepticismo interesado de quienes, como Sarah Palin y el sector más conservador del Partido Republicano de EEUU, siguen negando la quiebra del equilibrio ecológico y sus causas.