Aunque nunca he creído en las conspiraciones no pueden ser casuales tantos errores. No es de extrañar que todas las encuestas e informes que se hacen pongan como uno de los primeros problemas la falta de confianza de los españoles en sus políticos, la imposibilidad de poner en valor una función tan importante como es el servicio público de la política, la gobernanza de un país.

Lo dice el último informe que la Fundación de las Cajas de Ahorro (Funcas) ha encargado a Víctor Pérez Díaz y a Juan Carlos Rodríguez , que es demoledor para el Gobierno, y también para la oposición, pero basta con leer los periódicos cada día para no entender nada de esta ceremonia de la confusión alentada desde el propio Gobierno. ¿A qué viene ahora meter el debate energético dentro del pacto social? ¿Cómo es posible que distintas fuentes del mismo Gobierno afirmen que no se va a cerrar Garoña --lo que sería obrar con sentido común y de Estado-- mientras otras señalan que eso ni se ha tratado? ¿Por qué razón ministros como Jáuregui , que fue deportado a Bruselas por no ser miembro de la Cofradía de la adhesión inquebrantable, haya perdido todo sentido de autocrítica y diga que el Gobierno ha hecho bien todo en la gestión de la crisis económica? ¿Qué pinta Caldera retornando a negociar no se sabe qué ni en nombre de quién, cuando hace poco se lo cargó Zapatero? ¿Cuánto tiempo aguanta la hucha de la Seguridad Social sin reformas de fondo en el sistema de pensiones?

Decía hace poco el dirigente de una ONG ecologista que si el Gobierno incumple su acuerdo de cerrar Garoña habrá violado su programa electoral. Es verdad, pero el presidente viene violando el programa electoral del PSOE un día sí y otro también. Ha hecho cosas que no estaban en el programa, y que no demandaba nadie, y ha roto casi todas sus promesas electorales y de gobierno. Hoy dice una cosa, mañana la niega, luego hace otra y finalmente mantiene que la culpa es de los demás. La carencia de una política a medio plazo, la generación permanente de desconfianza dentro y fuera está lastrando el futuro de España. No hay un debate serio ni sobre la reforma de las pensiones ni sobre el modelo económico ni sobre la reforma educativa ni sobre el futuro energético. No hay ningún debate. Solo marketing, parafernalia, teatro, espectáculo. Y la marca España, nuestra reputación, cada día vale menos.