Dramaturgo

Anda un anuncio por ahí que dice que las manchas fomentan la inteligencia. Digo yo que será la inteligencia de los que las quitan, porque hay manchas que necesitan a un Nobel de Química para acabar con ellas (sobre todo algunas de vinos y de bolígrafos indestructibles). Manchar es un impulso que desde niños tenemos y no digo que un niño o una niña pueden desarrollar su inteligencia manchando e interpretando manchas. Yo de niño veía cosas en las manchas (elefantes, angelitos y hasta la cara de Dios) pero a mi madre le gustaba más que mirara las nubes y viera elefantes, angelitos y la cara de Dios. Los publicistas debían haber afinado un poco y decir que La Mancha que abre inteligencias y ayuda a hablar bien el castellano, es la de Don Quijote. Venderían su producto, a José Bono le darían un alegrón y entrarían a formar parte del Plan de Fomento de la Lectura que planea y fomenta de forma extraordinaria mi amigo Alvaro Valverde.

Puestos a manchar con inteligencia han de eliminarse algunos graffitis que no aportan nada y dejar aquéllos en los que el alarde de inteligencia se une al de equilibrio, como ocurre en lo más alto del Puente Real de Badajoz. Los graffitis no son manchas cuando expresan, pero cuesta un dinero eliminarlos cuando sólo expresan el cerrilismo de sus autores. Badajoz es una ciudad con pocas manchas, lo que no indica que sus habitantes seamos menos inteligentes que los de otras ciudades. Aquí se valora mucho más mirar a las nubes para descubrir elefantes, angelitos y la cara de Dios, y si es silbando y a fin de mes, se puede convertir en un ocio de lo más inteligente y etéreo.