A pesar de que bajo la bandera del déficit cero vivimos tiempos de recortes del dinero público para casi todo, hay excepciones. Una consigna del tipo de "¡que no falte de ná!" parece acompañar al celo gubernamental para que la concentración de mañana en Valencia, en defensa del proyecto aznarista de trasvase del Ebro, sea un éxito. Vuelve a demostrarse que hay políticos muy generosos gastando dinero público... si les conviene a ellos. Esta concentración no oficial en favor de algo sobre lo que hay división de opiniones, nos costará a todos (en gastos de viajes, pancartas, paellas y demás) unos 1,7 millones de euros (casi 283 millones de pesetas) del Estado. Inmoral. Hay un agravio comparativo muy reciente. En las manifestaciones pacifistas hubo lugares, como Madrid, donde la Administración no sólo no ayudó, sino que dificultó que los ciudadanos pudiesen utilizar --pagando-- el transporte público ordinario. Pero en lo de Valencia hay más: ramalazos fascistoides que recuerdan a las concentraciones franquistas. En algunos sitios han advertido a sus empleados de que, aunque no se pasará lista, se tendrá en cuenta quién va y quién no. La peor España de siempre está viva y asoma de vez en cuando su tradicional jeta.