La moción de censura orquestada por Jesús Gil para echar a su heredero en la alcaldía de Marbella, Julián Muñoz, llevó a éste y a su pareja, Isabel Pantoja, a las portadas de los diarios madrileños de ayer y ocupó a tres columnistas, pero sólo Raúl del Pozo (El Mundo) iba al fondo mafioso del asunto: en la Marbella de "los hombres de Gil han desobedecido no sólo las leyes de la gravedad y del sentido común, sino también las leyes de la Junta y del Estado: se ha construido en la línea del mar, arroyos, montañas... Un ballet de maletines con dinero negro ha edificado una ciudad pujante, pero sin infraestructuras, al borde del caos... Ahora hay 500 expedientes a la espera; los promotores y constructores habían soltado la mordida y todo permanecía parado. Empezaban las coacciones, las amenazas, las caricias a las culatas". O sea, "Julián Muñoz intentó volver a la legalidad".

Para Jaime Campmany (Abc), "el califa de Marbella sigue siendo Gil", y "lo que los españoles envidian de verdad y peligrosamente es la cartera y la bragueta, y esas dos posesiones del alcalde de Marbella se encuentran en primera fila del escenario nacional gracias a los metomentodo del Tribunal de Cuentas y a la cercanía de la Pantoja..." Para Luis María Anson (La Razón) la cosa era diáfana: "En Marbella son muchos los que se han hartado del alarde de su alcalde con la tonadillera, de tanta provocación, despilfarro, prepotencia, petulancia..." Claro que Maruja Torres (El País) jugaba con la idea de que "Pantoja, convertida en alcaldesa, se dirija algún día a las masas desde un balconcillo de Puerto Banús..."