El presidente del Partido Popular en Extremadura, Carlos Floriano, formalizó el pasado jueves su renuncia como parlamentario en la Asamblea de Extremadura después de 13 años en la misma y de haberse presentado dos veces, sin éxito, a la Presidencia de la Junta. Sigue Floriano el mismo camino hacia Madrid que, antes que él, han emprendido dirigentes del PP en la región como Luis Ramallo o Juan Ignacio Barrero, que al final se han quedado allí para siempre.

Que la segunda derrota de Floriano, y precisamente ante el nuevo candidado del PSOE, abocaba obligatoriamente al partido a una renovación, fue admitido por el propio Floriano la misma noche de las elecciones autonómicas, si bien en las últimas semanas se ha comportado con ambigüedad, de tal modo que no es posible conocer con claridad cuáles son sus aspiraciones futuras en relación al futuro congreso.

Los partidos, como no puede ser de otra manera, son soberanos para decidir cuándo y cómo abrir procesos de cambio. Sin embargo, el del PP extremeño se está demorando. Y lo está haciendo porque al partido le habría venido mejor una situación distinta a la que se encuentra ahora, en que la marcha al Congreso de los Diputados de su presidente regional se ha decidido si haber clarificado antes el futuro de la organización y, por tanto, sin nuevos dirigentes. Se habría evitado así esa sensación que se desprende del PP: que Floriano quiere apurar hasta las últimas consecuencias el control de su organización, como si temiera que, a la menor distracción, se le iría de las manos y la sucesión se convertiría en una hemorragia interna. ¿Cómo se entiende, si no, el que Floriano, aun en el Congreso, siga como presidente del Grupo Parlamentario Popular; o cómo que todavía --y ha habido semanas para decidirlo-- no haya claridad acerca de quién o quiénes serán los que lo sustituyan como portavoz en la tribuna del Parlamento regional? Por último, ¿hay una forma distinta de interpretar el que el Partido Popular pidiera el aplazamiento del Pleno de la Asamblea del jueves, en la que se tendría que elegir a los senadores por la cámara, si no es que hay que hacer encaje de bolillos interno para elegirlo?

Todas estas actitudes dubitativas, indecisas, están dejando entrever el mar de fondo existente en una organización en la que demasiada gente --solo hay que recordar las ´carreras en solitario´ que han emprendido algunos candidatos al Senado en las últimas elecciones, haciendo campaña en contra de sus compañeros-- hace la guerra por su cuenta y se organiza en banderías cambiantes de un mes para otro. Y es que el de la indisciplina es uno de los inveterados pecados políticos de los populares extremeños.

La región necesita un partido de oposición fuerte y bien cohesionado. Que ejerza su labor con rigor y que represente con la mayor solvencia a sus votantes. La situación en que se encuentra no permite que se le pueda reconocer en ese modelo.