Este diario planteaba ayer desde sus páginas que la bandera de la manifestación de Barcelona fuera la paz. Era un deseo, que la multitudinaria manifestación colmó en buena parte, y también un temor, el de que la marcha unitaria quedase desvirtuada por la profusión de esteladas y por la utilización de la expresión popular contra el terror para protestar contra el jefe del Estado y las autoridades españolas. La primera parte -la defensa de la paz, el rechazo del terrorismo yihadista y la solidaridad con las víctimas- se cumplió con creces, tanto por la multitud de pancartas que los reclamaban o que expresaban el lema de la marcha (No tinc por), como por los parlamentos finales, en los que la actriz Rosa María Sardá y la activista musulmana Miriam Hatibi se turnaron para ensalzar la unidad frente a la división de la sociedad que pretenden los terroristas y proclamaron la defensa de la vida frente a la muerte que provoca el terror. Pero estuvieron fuera de lugar, por el contrario, los abucheos y las pancartas contra el Rey -la primera vez que un monarca se manifestaba- y contra los representantes del Gobierno español, así como la presencia de numerosas banderas independentistas y muchas menos señeras y españolas. Lo mejor hubiera sido una concentración sin banderas, con la única de la paz. Pero tampoco tiene que sorprendernos que ocurriera así, después de que el propio vicepresidente catalán, Oriol Junqueras, se hubiese mostrado a favor de la presencia de esteladas, la bandera que, desde que se inició el procés, ha desterrado a la cuatribarrada, que, aunque no lo parezca, sigue siendo la enseña oficial de Cataluña. Esta nueva demostración de fuerza del independentismo sobraba en una manifestación unitaria para protestar contra los terribles atentados yihadistas que han costado la vida a 15 personas y heridas a más de un centenar. Estos temores a la instrumentalización restaron quizá asistencia a una marcha que, pese a celebrarse en pleno mes de agosto, consiguió reunir a medio millón de personas, muchas menos, sin embargo, que en similares manifestaciones celebradas en otras ocasiones. La unidad, en el fondo, era solo una fachada, ya que los enfrentamientos soterrados entre los gobiernos del PP y de la Generalitat catalana en los últimos días apenas han logrado mantener una apariencia unitaria, lo cual no beneficia a nadie.