No tienen por qué ser altos ni guapos, ni mostrar orgullosos la famosa tableta ni el peinado de moda. A veces llevan bata blanca y su heroicidad consiste en sobrevivir a jornadas maratonianas en las que se deciden cosas tan banales como la vida o la muerte. Y además con amabilidad y una sonrisa. Nada que ver con los asuntos realmente importante como quién gana la copa o cómo está el césped del estadio. Tampoco tienen por qué llevar uniforme, es más, la mayoría de las veces resultan irreconocibles. Policías de paisano que evitan robos o crímenes. Bomberos que apagan los fuegos provocados. Maestros que se implican hasta el infinito y más allá si es necesario, y levantan ánimos y alumnos en barrios conflictivos o en pequeños pueblos donde la escuela es un faro en mitad de la niebla.

A veces ni siquiera desempeñan un trabajo. Se ofrecen voluntarios para entrenar equipos infantiles, sin cobrar un duro, y arbitran gratis y pasan fines de semana en polideportivos que nunca se harán famosos, ni saldrán en esa media hora que dedican al fútbol los telediarios.

También están los que siguen manteniendo las tradiciones en esos pueblos que van agonizando lentamente sin ayuda. Los que levantan asociaciones de vecinos, los que atraviesan mares para rescatar a otros vecinos más lejanos. Quienes dedican su tiempo libre a patrullar las calles por la noche para ofrecer algo caliente a personas sin hogar, o se cuelgan al teléfono de madrugada para atender llamadas que de otro modo nunca serían atendidas. Voluntarios, profesionales, los héroes de este mundo que solo salen en la tele de refilón cuando el naufragio arroja más cadáveres de lo normal, o se muere un mendigo de frío o un padre furioso lanza una botella a ese chaval que pasa la mañana del domingo intentando inculcar valores deportivos a nuestros hijos.

Salen poco, sí. Siempre para eso, o cuando uno de ellos muere asesinado, como Mariano, voluntario de un comedor social, que trataba de defender a un anciano. Unas líneas, un breve, una foto pequeña incapaz de mostrar que un acto de bondad individual salva al mundo, tan henchido de necedades e injusticias, tan necesitado de personas como esta, en verdad insustituibles.

* Profesora