La tentación de esconder las propias responsabilidades en presuntas campañas orquestadas o en teorías conspirativas ante la inquietante investigación que el juez Baltasar Garzón ha estado llevando a cabo sobre las tramas de corrupción que presuntamente han actuado en el entorno del Partido Popular es un error que el presidente de esta formación, Mariano Rajoy, puede acabar pagando muy caro en las próximas fechas.

Una de las causas del progresivo deterioro del proyecto socialista del expresidente del Gobierno Felipe González fue la falta de reflejos ante los clamorosos casos de corrupción revelados en la época en que gobernó. Presentados a veces como campañas de la derecha y otras, como infundios de ciertas cabeceras de medios de comunicación, lo cierto es que, pasados los años, puede asegurarse que los casos de súbito enriquecimiento de personas situadas en los aledaños del poder y las turbias maquinaciones para financiar al Partido Socialistas son la partemás negativa en el balance del llamado felipismo. Haría muy bien el PP en tener en cuenta este antecedente.

Las investigaciones en curso sobre tramas corruptas montadas alrededor de administraciones públicas gobernadas por los populares, especialmente en las comunidades de Madrid y Valencia, apuntan a que un grupo de empresarios indeseables operaron con el consentimiento de personas que hoy ostentan cargos relevantes en los gobiernos de esas autonomías.

Por eso reclamamos del presidente del Partido Popular que no tarde ni un minuto más en levantar las alfombras, apartar a los corruptos y facilitar las investigaciones judiciales que se están llevando a cabo.

La técnica del propio Rajoy y del presidente valenciano, Francisco Camps, de comparecer ante la prensa con un orfeón de subalternos detrás parece una salida airosa desde el punto de vista de la mercadotecnia política. Pero es una vía que solo conduce al desprestigio.

Es comprensible que la coincidencia del juez instructor, Baltasar Garzón, con el ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, en una cacería enerve a los populares. Pero eso no debe ocultar que de lo que se va sabiendo de la investigación pueden derivarse graves responsabilidades. Más allá de las batallas en las filas de la derecha, es exigible un ejercicio de limpieza. Y como dice Rajoy, "caiga quien caiga".