La estrategia anunciada por un ministro italiano de que hay que ser malo con los inmigrantes está empezando a dar sus frutos. La medida que pretenden aplicar en Italia para que sean los médicos los que denuncien a los inmigrantes sin papeles roza la barbarie y la bestialidad de quienes no tienen sentido de la humanidad. Eso no es ser malo con los inmigrantes, es ser crueles y xenófobos con quienes no se pueden defender. Con esta medida, el Gobierno italiano pretende que el inmigrante que no muera en ese viaje cruento de las pateras lo haga al llegar a tierra ante el temor a ser denunciado si acude a cualquier centro de salud. El gobierno italiano entiende, que el estar muerto de hambre y buscar una vida mejor es un delito, y al no dar abasto en los tribunales les quieren negar la atención médica a ver si de esa manera acaban con esos pobres desgraciados que llegan a nuestros países desfallecidos cuando no muertos. Afortunadamente, son muchos los médicos que se niegan a tal aberración, a los que además no se les ha consultado y no se ha tenido en cuenta el juramento hipocrático al que se deben y que contradice esa política que quiere aplicar ese dictador, xenófobo y racista que pretende acabar con los más débiles. Es en estos casos, cuando la objeción de conciencia debe primar ante la maldad de unos gestores que van más allá de lo concebible, y es en estos momentos, cuando el juramento hipocrático debe tomar sentido en contra de cualquier medida que quieran tomar los políticos de turno.

Por fortuna, no es el caso de nuestro país, donde nuestros políticos pueden tener discrepancias sobre la inmigración; pero jamás se discutiría sobre la asistencia sanitaria a la que tiene derecho todo ser humano, independientemente de su lugar de origen, raza, sexo o religión. Y no deben ser los médicos los únicos que se pronuncien en contra de esa aberración, sino la Unión Europea la que deberá tomar partido ante lo que es un claro ejemplo de xenofobia e incitación a la sociedad italiana a atacar a quienes tuvieron la mala suerte de nacer en países sin recursos o arrebatados por el capitalismo o la globalización.