Las obras de mejora del acceso a La Montaña, que inició el anterior alcalde y continúan actualmente, son y han sido, en mi opinión, bastante absurdas.

Salvo algunos tramos de acera cerca del santuario, me parece que en gran medida son obras innecesarias y en algunos sentidos perniciosas. Porque creo que, sin ir más lejos, al mejorar y ampliar la calzada se consigue que los coches vayan más rápido, algo que no me parece nada positivo en este caso.

Del todo absurdas son las farolas que jalonan todo el recorrido, y que en gran parte no alumbran otra cosa que prados. Hay que reconocer que por lo menos son farolas bajas (cosa rara en Cáceres); de todas maneras, han acabado con los paseos nocturnos bajo el cielo estrellado y suponen un despilfarro de energía.

Lo que me parece realmente grave es la cantidad de árboles que han desaparecido como resultado de las obras. Y, en particular, la fila que se taló el lunes pasado en el tramo en que ahora se trabaja (la segunda recta desde el principio de la subida).

Estos árboles eran en su mayor parte acacias, que alguien había tenido el buen sentido de plantar hace por lo menos treinta o cuarenta años. Cualquiera que haya subido al santuario una tarde calurosa habrá agradecido su sombra, que echaremos de menos dentro de algunas semanas.

No son éstos los únicos árboles que estorbaban. En años recientes las obras faraónicas del Parque del Rodeo acabaron con muchos eucaliptos y moreras; de la avenida de Alemania desaparecieron castaños centenarios, y el año pasado se libraron por poco los plátanos del polígono R-66. Por otra parte, la ciudad está llena de tocones, de podas excesivas y de árboles inadecuados (como las muchas y caras palmeras que no llegan a arraigar).

Por tanto, al acabar con las acacias el nuevo ayuntamiento no hace otra cosa que perseverar en ese defecto tan español (y tan casposo) que es el desprecio de la naturaleza. Basta con ir a Portugal para encontrarse con una actitud diferente.

La pretendida capital cultural contribuye así al cambio climático y a la deshumanización del entorno.

Por contra, la alcaldesa es muy sensible a la falta de aparcamientos en la ciudad.

Manuel Sanz Ledesma **

Cáceres