WEw l alambicado lenguaje del Banco Central Europeo (BCE) requiere siempre una interpretación detenida porque sus portavoces utilizan una terminología más cercana al protocolo diplomático que al mundo de los negocios. De la reunión de trámite del jueves del órgano rector del BCE se desprende, por un lado, que el precio oficial del dinero se mantiene en el 1%. Era previsible que no se tocara, y mucho menos para subirlo. Es difícil que el banco vuelva a cometer un error tan garrafal como el de julio del 2008, cuando lo subió del 4% al 4,25%. Dos meses después se producía la caída del gigante Lehman Brothers, que pasará a la historia como el epicentro de la mayor crisis financiera mundial desde la gran depresión. El BCE constata que los datos sobre la actividad del segundo trimestre son buenos, y los avances del tercero, mejores de lo esperado. Pero en su tradicional política de dar una de cal y otra de arena, también anuncia que la recuperación es incierta e irregular. Por eso aprieta a los gobiernos para que reduzcan aún más el gasto público y no descarta una nueva vuelta de tuerca para los países con pérdida de competitividad y déficit excesivo. Y llama la atención, una vez más, sobre la necesidad de contener los salarios. En lo que se refiere a la banca, la felicita por superar las pruebas de estrés. Pasa por encima de que se mantenga la restricción del crédito y la anima a fortalecer su capital, mediante ampliaciones o recurriendo a los estados. Aquí no pone impedimento para tirar de la chequera pública, con sus posibles repercusiones en el déficit.