WCwientos de miles de personas han desfilado ante el cadáver del Papa y otras tantas se han puesto en marcha en dirección a Roma, desde muchos rincones de Europa y de Italia. Este fenómeno requiere una interpretación mucho más compleja que la que considera el vigor de la fe católica en Europa como la razón de esta marea humana dispuesta a agotadores viajes y largas y extenuantes colas.

Juan Pablo II ha sido el gran papa mediático. No consiguió llenar las iglesias, pero abarrotaba todos los estadios por los que pasaba. Fue un pontífice que supo usar y controlar la imagen de una forma extraordinaria, pero pocos leyeron sus textos o siguieron sus indicaciones. Hoy, más que la fe, es la imagen lo que congrega a muchos de estos miles de peregrinos. Cuando llegan ante el cuerpo del Pontífice, pocas son las lágrimas, las muestras de emoción o las señales de devoción religiosa como la señal de la cruz o una oración. Por el contrario, los disparos de máquinas fotográficas y las fotos con teléfonos móviles son incesantes. Parece que lo importante no es tanto el ejercicio espiritual como el haber estado allí para tener la preciada instantánea. Ciertamente, estamos ante un fenómeno nuevo.