La promesa efectuada ayer en Washington por el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, de llevar a cabo "el máximo esfuerzo en Afganistán y en otras zonas del mundo" es inseparable de la decisión que debe adoptar en las próximas semanas el presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Este se encuentra a muy pocos días de optar entre despachar hasta 40.000 soldados más a Afganistán, de acuerdo con el deseo de sus generales, o de incrementar la guerra tecnológica y las operaciones de inteligencia, tal como desean varios de sus asesores civiles y el vicepresidente Joe Biden. Se trata de un momento trascendental cuyo desenlace no afectará solo a Estados Unidos, sino a la implicación en el conflicto de sus aliados de la OTAN, reacios a embarcarse en una guerra abierta.

A decir verdad, la sintonía entre Obama y Zapatero es deseable porque dentro de tres meses España asumirá la presidencia de turno de la Unión Europea y se encontrará varios dosieres abiertos sobre la mesa: la redefinición de la misión de la OTAN en el corazón de Asia, la debilidad de Pakistán, las pretensiones nucleares de Irán y la propensión israelí a desoír el análisis que hace Occidente de la tragedia palestina.

Solo en la apariencia no se trata de problemas relacionados. En la práctica, no es posible desactivar ante la opinión pública musulmana la base argumental del islamismo recalcitrante y la demagogia de los ayatolás sin dar una salida al agravio palestino. De ahí que el viaje que Zapatero realiza acto seguido a Oriente Próximo reúna todos los requisitos de una misión exploratoria tan útil para la orientación de la política norteamericana en la región como para el papel que pueda desempeñar Europa.

Si las circunstancias no hubiesen otorgado esta vertiente multilateral a la primera entrevista de Zapatero con el presidente de Estados Unidos --la obstinación de George W. Bush la hizo imposible--, seguramente hubiesen destacado más en el conjunto de compromisos la disposición del Gobierno español de acoger a presos de Guantánamo, la actuación contra la crisis económica o el propósito de Obama de importar tecnología española en materia de energías renovables y de alta velocidad. Pero las dimensiones del conflicto afgano, las crisis encadenadas, del Mediterráneo a Cachemira, y la sensación de que el prestigio de Obama está en juego han conferido a la entrevista este otro perfil.