La información publicada ayer por este periódico acerca de la multiplicación de los concursos de acreedores en nuestra región (los de 2008 casi quintuplican a los de 2007 y en lo que llevamos de 2009 van casi tantos como en todo 2008) va más allá de la estadística. Los datos son ilustrativos de la realidad de la crisis, pero lo verdaderamente ilustrativo de las dificultades del momento son las circunstancias por las que pasan las dos empresas --el responsable de una de ellas ha tenido la valentía de salir a contar su caso con su foto, su nombre y apellidos-- que, aun en concurso de acreedores, tienen, o deberían tener, un futuro por delante y que en estas mismas páginas han contado su experiencia. En ambos casos, el diagnóstico es el mismo: no se trata de falta de mercado; ni de falta de calidad de sus productos; ni falta de red comercial. La difícil coyuntura en que se encuentran se debe a la falta de financiación de bancos y cajas, que hace que las empresas entren en una fatal espiral de no poder hacer frente al pago de sus obligaciones mientras se demora el cobro por la venta de sus productos. Ojalá y, como señala en la misma información el juez de lo mercantil de Badajoz, logren romper ese círculo vicioso. Pero eso solo será posible si vuelve a fluir el crédito. Es el único tratamiento.