El informe anual que acaba de difundir el Worldwatch Institute es categórico: el consumismo, sobre todo el de Estados Unidos y Europa --que cuentan con el 16% de la población mundial-- amenaza la salud del planeta. Este estudio, muy sugestivo en la presentación de datos comparativos, admite que el desarrollo propiciado por Occidente ha beneficiado en las últimas décadas a 1.700 millones de habitantes de otros continentes. Es el aspecto positivo de la mundialización, pero visto su coste en destrucción medioambiental hay que convenir que no sólo otro mundo es posible, sino que es necesario. Porque el actual modelo de crecimiento occidental hace infelices incluso a sus máximos beneficiarios.

Tal como expuso durante la presentación del informe el Wolrdwatch Institute, el modelo de producción intensiva de alimentos supone otras paradojas: no mejora la nutrición, pues cada vez hay más obesos, y crea un desgaste medioambiental con un riesgo global parecido al que genera la sobrexplotación energética. Cambiar estos hábitos requiere, como ya se ha empezado a hacer, la presión social sobre las multinacionales de la alimentación y más información fiable a los consumidores.