Hace algunas semanas coincidí en la peluquería con doña Pupe , una maestra de toda la vida, a la que gustosamente la sigo llamando de la misma forma en que lo hacía cuando estudiaba en el colegio. Mantuvimos una conversación amigable y entrañable, sin ningún tipo de barrera generacional, y además en el transcurso de la misma observé cómo sus ojos delataban añoranza, cercanía y emoción, tanto que logró contagiarme. Lo más importante que aún quedaba de aquellos años no eran las Matemáticas ni la Lengua, sino ese hondo sentimiento de amistad y respeto, que por encima de todo seguirá presente siempre.

Esto demuestra que la cordialidad, el respeto y la relación humana han de marcar de manera prioritaria la vida en las aulas, tanto o más que los aspectos académicos que vinculan a profesores y alumnos. Se trata de un pilar básico para minorizar de manera tajante los escandalosos resultados que hoy tenemos en las aulas, acrecentados de manera espectacular en los últimos tiempos. Evidentemente los profesores y profesoras no deben ser quienes estimulen tales valores, al menos que el caso lo requiera y siempre de la mano de los padres o tutores. La familia, como no podía ser de otra forma, es la primera y más importante de las escuelas, el punto de partida que debe curtir a los niños y jóvenes hacia el futuro, dotándoles de aquellos valores que después van a necesitar en cada una de las etapas que les espera atravesar.

No sé si existen culpables de que exista esta crisis en los colegios e institutos, desconozco datos específicos que me permitan argumentar hacia dónde deben caminar las políticas de educación para paliar los efectos actuales, pero si algo tengo claro es que el diálogo entre los padres y profesores debe ser más intenso y permanente --yo diría que casi debería ser obligatorio--, incentivado si fuese preciso de alguna manera, al menos en los comienzos. Además de los consejos escolares y las AMPAS que ya articulan cierta conexión, se hace preciso implicar más a otros colectivos asociativos, estrechamente relacionados con la problemática (sindicatos de profesores, asociaciones juveniles, administración, centros especializados en psicología infantil y juvenil-), de modo que se pudiese crear una especie de foro regional, dotado de presupuesto público, que sirviese para planificar y velar por el correcto funcionamiento de la relación entre profesorado y alumnos, desde dónde poder programar acciones y medidas correctoras, siempre desde el consenso y la participación de todos y cada uno de los agentes implicados.

*Técnico en Desarrollo Rural