Telegráficamente, porque sería prolijo detallarlo mucho, casi imposible. He visto en televisión un famoso de setenta años, con la apariencia, así al pronto, de tener unos treinta. La edad que tenía en los años setenta, cuando estaba en la cima, era admiradísimo, seguido por millares de fans, lo valía, claro, cantaba divinamente, y caía de miedo a las chicas. Pero hoy, con esa cara de joven extática, de expresión inmóvil, como tallada en el tiempo, como una figura de cera, que vive, aunque en realidad parece un joven mito, muerto, pálido, donde lo único que existen son sus ojos, que tienen una mirada triste, y será porque no pueden reconocer al hombre que ya no es el que era, y que cuando se mira al espejo, no se ve como es, sino que ve su juventud difunta que porta como un colgajo de apariencia hermosa, nada más. Él no lleva sincronizada, claro, su parte exterior con la interior, porque por dentro vive un anciano que estará harto de la nostalgia de un tiempo difunto. Es, por lo menos patético, ver su estampa que es como la de un Dorian Gray que no envejece en un óleo, porque lleva su retrato puesto como un disfraz, y aunque por dentro, el personaje no esté mancillado, como el que creó Oscar Wilde, encuentro triste, ver un muerto, la cara difunta de un joven de hace muchos años, esperpénticamente hermosa, hierática, falsa, como la de un maniquí de antaño, o un muñeco de cuerda.

CIUDADES Y PUEBLOS

Las aceras y su estado

Samuel Canales Corchado

Cáceres

Que las aceras de nuestras calles pertenecen a la vía pública y, por tanto, su limpieza y conservación al municipio es algo de todos sabido. Sin embargo, el estado de limpieza de las aceras en nuestras ciudades deja mucho que desear, no así en villas o pueblos pequeños donde estas están pulcra y decentes, siendo su digno aspecto el que merece una vía pública y peatonal que es a su vez antesala de nuestras viviendas.

Esta simple diferencia, que cualquier persona puede observar cuando vamos de la ciudad al pueblo o viceversa, tiene bajo mi punto de vista una explicación de tipo sociológico asociada al sentimiento de pertenencia que yace en las almas rurales sobre ese trozo de espacio publico que es la acera considerándola parte inseparable de la vivienda, compartiendo con el municipio las tareas de limpieza sin ninguna obligación por parte de estas. Da gusto ver las aceras de los pueblos limpias de excrementos de canes o cualquier otro pringue o suciedad, provoca sin embargo náuseas y desagrado la traza que tienen la mayoría de las aceras de nuestras ciudades, donde ya no se puede caminar sin correr el riesgo de pisar alguna deposición de algún “chucho” o cualquier otra inmudicia. Creo que estas apreciaciones sobre el estado higienico de las aceras de los pueblos y ciudades no tienen que ver con el grado de pulcritud de las personas que habitan estos y estas, sino más bien con ese sentimiento de pertenencia de ese espacio público que es la acera y que en la ciudad se carece de ese celo al considerarse la acera como algo de todos y de nadie en particular.

DIVERSIÓN JUVENIL

Al botellón, en bus

Jerónimo Miguel

Badajoz

Ya soy un hombre maduro y nunca he hecho botellón. Sé lo que es, aunque no entiendo esta afición de los jóvenes de emborracharse casi hasta el coma etílico. Pero lo que sí me ha dejado perplejo es saber que un autobús urbano llevará a los chavales al recinto donde se celebra esta actividad que, según tengo entendido, es ilegal. En fin, mil años viviré y no podré entender por qué las Administraciones públicas son tan permisivas y no vale ampararse en que se pretende evitar el uso del coche.