El cambio climático es pura especulación política», afirma una madre evangelista a su hijo, al que enseña en casa en lugar de llevarlo a la escuela. Aparece en el perturbador documental ‘Jesus Camp’, en el que se relata las experiencias de un campamento de verano organizado por fundamentalistas cristianos en los Estados Unidos. Allí, se afirma que todo lo que tenemos en la Tierra nos ha sido servido por Dios, por lo tanto debemos utilizarlo, sin pensar en las consecuencias, porque para cuando este planeta esté destrozado ya estaremos en el Reino de Dios.

Me pregunto si esta ideología es la que ha impulsado a la administración de Donald Trump a retirarse de los Acuerdos de París o el presidente norteamericano se ha dejado llevar puramente por su inconsciencia y egoísmo. No, no es cierto que el calentamiento global sea una cuestión discutible. Lo podría parecer porque hay dos posiciones enfrentadas, la de quienes lo dan por hecho y la de quienes lo niegan. El matiz es que la parte que afirma que existe está respaldada por la mayoría de la comunidad científica. Un pequeño detalle que los negacionistas suelen pasar por alto.

Dice Trump que la salida del acuerdo es su manera de proteger los intereses de su nación y ciudadanos. Pocos podrán protegerse de la respuesta de la naturaleza, que cada vez es más evidente con sequías y desastres naturales en aumento, él y sus élites desde luego que sí.

La decisión no sólo tiene consecuencias medioambientales, sino que también es un buen indicador de la fiabilidad del otrora aliado cuando ni siquiera cede a permanecer en un pacto tan tibio pero a su vez tan importante políticamente como los Acuerdos de 2015. Desde luego a Europa le ha llegado el momento de empezar a mirar al este, de buscar socios más predecibles.

Publicaba el New York Times que un grupo de ciudades, Estados y compañías estadounidenses se prepara para negociar directamente con las Naciones Unidas y continuar con el compromiso de reducir las emisiones, al margen de la decisión del gobierno norteamericano.

Ante los desvaríos políticos, lo que queda es la responsabilidad de la sociedad civil. Ya tuvimos un ejemplo aquí hace algunos años cuando se nos decía que el desarrollo de nuestra tierra pasaba por industrias de humo negro. El sentido común y el compromiso de un grupo de luchadores lograron parar el desvarío. El tiempo siempre da la razón.