TEtscribo con la tranquilidad de vivir en España, de saber que lo que voy a escribir no me va a acarrear ningún sobresalto. Y es que si lo que voy a escribir lo hiciera en Venezuela me detendrían de inmediato. Como periodista siento la obligación de solidarizarme con los periodistas venezolanos, con todos aquellos que viven bajo la bota de Hugo Chávez , que ya no disimula que es lisa y llanamente un dictador. Chávez acaba de aprobar la Ley de Delitos Mediáticos que le servirá para meter en la cárcel a todo aquel que le critique, o que difunda informaciones que atenten contra la estabilidad del Estado, la salud mental o la salud pública. En realidad Chávez, como todos los dictadores, tiene a la prensa entre ceja y ceja y ya ha cerrado unos cuantos medios de comunicación que han tenido la valentía de criticar sus políticas erráticas y dictatoriales. Para Chávez todo el que no esté de acuerdo con él está fuera de la ley. Lo que me sorprende es que las voces de la izquierda española estén calladas, que no digan nada o casi nada. Que miren hacia otro lado como si lo de Chávez no fuera un atentado brutal contra algo tan sagrado como es la libertad de expresión sin la cual no hay democracia. Chávez está actuando como los dictadorzuelos patéticos que vienen asolado América Latina, y ha optado por matar al mensajero, por acabar con esa prensa que valientemente intenta reflejar la realidad. El problema es que Chávez no soporta confrontarse con esa realidad. ¡Pobre Venezuela¡