Profesor

Algo se mueve. Desde hace unos meses, quizá desde la catástrofe del Prestige , se ha producido una galvanización de la sociedad española, harta ya de estar harta, y, ahora más que nunca, el nunca mais se ha convertido en la consigna por antonomasia. Lo bueno (o lo malo, según quien lo mire), es que son dos palabras que no mueren por ser repetidas hasta la saciedad: no son súplica, ni queja, ni protesta. Son el reflejo externo de una actitud mental, de un proyecto de vida comprometido, activo, maduro.

Durante los últimos meses, miles de españoles volvieron a ir en peregrinación a Galicia, esta vez para luchar contra la plasta negra que se comía las costas. Esa lucha, tan utópica como romántica, no fue inútil, porque a pesar de los errores, por ineptitud o por ignorancia, fueron muchos los kilos de porquería asesina que se retiraron. De aquello quedó el poso de la solidaridad y de la generosidad ejercidas sin ningún tipo de condicionante político o religioso, o quizá como producto de la asunción personal de ambos. Y aquí andamos ahora casi todos, en marcha por la paz.

Vamos con la indeseable certeza de que al vaquero americano no hay quien lo pare, pero con la esperanza de hacer cambiar el rumbo a un gobierno sordo y torpe: el nuestro; y de paso, mostrarle al emperador nuestra repulsa. Por desgracia, se nos responde con un libelo, pagado por todos los que pagamos impuestos, en defensa de las apocalípticas teorías de Bush.

Pero algo se mueve. En la sesión de Euroscola del Parlamento Europeo, de la que EL PERIODICO EXTREMADURA dio espléndida información el martes pasado, los profesores firmamos, a propuesta de nuestros colegas italianos, un escrito exigiendo menos dinero para la guerra y más para la educación en Europa. Los chavales, como saben, hicieron un llamamiento por la paz. Y el representante del Parlamento, que hasta entonces había estado haciendo encaje de bolillos diplomáticos para evitar mojarse en ningún agua, terminó deseando que en la próxima sesión, el 18 de febrero próximo, aún no hubiera guerra y gritando un "¡Por la paz, viva Europa!" ya entre las notas del himno europeo que cerraba el acto.

Nadie lo habría imaginado a lo largo de la jornada, pero nuestros chavales europeos lo habían conseguido. No sé si se habrán dado cuenta, pero acababan de matar, a sueños, la realidad. Que cunda el ejemplo.