Periodista

El cielo, la tierra, el olor, la respiración de los seres queridos, quedaron atrás. Muy lejos. Había que construir un futuro sin hambre, con vacunas, con esperanzas. Consumado el atroz salto del desarraigo a costa de la hipoteca familiar, el inmigrante sin papeles topó con la barrera de seguridad que da acceso al paraíso. Sólo tenía dos caminos para saltarla, el del imposible permiso por arraigo o el del matrimonio de conveniencia.

Aunque la búsqueda de consorte retribuido fue humillante, aunque pagó con otro préstamo, aunque la breve convivencia resultó un caos, la fórmula conyugal fue su única salida.

Por eso crecen los matrimonios amañados; iconos de un drama que no abordan quienes organizan la convivencia.