Además de que la boda transcurrió sin problemas, el príncipe Felipe de Borbón y Letizia Ortiz concitaron el sábado la atención de más de media España. La expectación popular ante el enlace matrimonial del heredero de la Corona fue incuestionable, por más que la crónica rosa fuera un ingrediente añadido e inevitable. Más de 25 millones de españoles se sentaron ayer por la mañana ante los televisores de sus domicilios y batieron el récord de audiencia de este medio de comunicación en nuestro país, y lo hicieron con registros maratonianos. Pero no sólo eso. La boda de Felipe y Letizia en la catedral de la Almudena también proyectó a cientos de millones de telespectadores de todo el mundo una imagen de eficacia del país y, como acierta a señalar el Gobierno, de renovación y continuidad de la fórmula constitucional de la monarquía parlamentaria.

El interés social generado en toda España por los esponsales de los ya Príncipes de Asturias es un buen regalo de bodas. Y también lo es para el rey Juan Carlos, que como jefe de Estado acumula para su sucesor el legado de estabilidad y prosperidad de la historia reciente de España. La Monarquía vuelve a estar en el centro de la atención política española. Y los Príncipes de Asturias, también.