Se puede aceptar que el Gobierno pida a la oposición que no le critique por cómo está gestionando la crisis del Alakrana. Y no tanto porque estén en juego razones de Estado, sino porque eso está dentro de las tácticas políticas al uso: acusando al PP de irresponsabilidad, el Gobierno ha colocado al partido de Rajoy ante la duda de cómo explicará sus invectivas si las cosas salen mal.

Por el contrario, extender esa petición a los medios de comunicación no está justificado. Sobre todo si esa petición es genérica, como ha ocurrido con el llamamiento que Zapatero hizo el lunes. ¿Estaba pidiendo que se ocultara la indignación de las familias? ¿O que nadie dijera que parecía un despropósito que la vicepresidenta De la Vega viajara a Buenos Aires en medio de la crisis del pesquero, siendo ella la encargada de coordinar las actuaciones del Gobierno en la materia? ¿O que no se investigara quién había tomado la iniciativa de procesar a los somalís, que fue el Gobierno y no Garzón ?

Cosa muy distinta habría sido que el Gobierno hubiera convocado discretamente, sin luz ni taquígrafos, a los responsables de los medios y, tal y como se ha hecho alguna vez en el pasado, hubiera tratado de convencerles de que las circunstancias requerían de su complicidad para evitar informaciones que dañaran el trabajo del Ejecutivo. No hay noticia de que nada parecido a eso se haya hecho durante el primer mes de secuestro. Puede que se haya intentado más tarde, cuando el asunto ya estaba desbocado. Por lo que sea, parece que no ha salido. Esos acuerdos solo funcionan si son ratificados por todos los medios. O, al menos, por los más influyentes. Y por lo que se lee y se escucha, eso no ha ocurrido. Cada uno ha decidido su actitud en función de sus propios criterios. Algunos, también teniendo en cuenta los mensajes procedentes de la Moncloa. Como tiene que ser: porque solo hay un Gobierno y es este el que tiene que resolver el problema. Otros, no. Y que el abogado de los somalís procesados se haya convertido en punto de referencia informativa en unos cuantos medios es otro indicador del desmadre al que se ha llegado.