Periodista

Lo mejor de los premios Goya de este año es que la película ganadora Te doy mis ojos trata de recrear o reconstruir una realidad, atrapar una circunstancia desde el plano de la ficción, es decir, desde el cine, para ofrecérsela a los espectadores consumidores de entretenimiento y ocio. Y no hay nada más entretenido que contemplar en la pantalla un drama que se repite y subyace en muchos hogares españoles, porque además, te inquieta, te remueve, te incomoda. Iciar Bollaín parte de la simulación para llegar a la realidad.

Suele ser lo contrario de lo que ocurre en la vida cotidiana, en eso que consideramos la normal realidad diaria, en la acotada parcela política, social y mediática. Porque realidades hay muchas, igual que circunstancias. No es lo mismo la situación de una familia de las más de dos mil que vive en la pobreza severa en alguno de los olvidados barrios periféricos y marginales de Badajoz, siempre olvidados por los ediles conservadores porque son pocos y apenas votan, que la de una familia que tiene 12 hectáreas en el nuevo plan de ordenación urbana badajocense, considerada de máxima edificabilidad y que le va a suponer el ingreso de miles de millones de pesetas. Son los extremos del arco, porque en medio hay muchas graduaciones y no es el caso de que estemos todo el día enumerándolas. Como no es el caso contemplar, en todas las salas, películas como la de Te doy mis ojos . Las dosis de realismo dramático, con cuentagotas. Por eso es tan frecuente el escapismo y la superficialidad.

De hecho, la mayoría de los ciudadanos, en determinados momentos, miran para otro lado para no incomodarse en su interior. Si los inspectores fiscales acusan a la Agencia Tributaria de centrar siempre la lucha contra el fraude entre los contribuyentes que siempre declaramos y pagamos y se olvidan de los grandes defraudadores, mejor no profundizar que podemos hasta cabrearnos, y hemos llegado a la etapa electoral en donde las rebajas y las promesas se entremezclan de tal forma que la argamasa no serviría ni para levantar una pared de un metro.

Si coincidimos todos en que el iluminado Carod ha hecho el más absoluto de los ridículos al pretender acabar él solito con ETA, pasamos por alto la felonía posible del Gobierno al filtrar (justo el día de la inauguración del Congreso Internacional de Víctimas del Terrorismo) una información que pertenecía al conjunto del Estado a través de los servicios secretos, aspecto al que el Partido Popular ya nos tiene acostumbrados. Si hay que mentir con la guerra de Irak, se miente y no se dan explicaciones, porque ellos saben que tampoco se las va a pedir eso que llamamos el conjunto de la sociedad .

Porque la sociedad, en general, está anestesiada, adormecida, a través, precisamente, de los grandes medios de comunicación, en especial la televisión y el cine. A veces, me da la impresión de que ante los problemas del futuro, la mejor fórmula para encararlos es el regreso al pasado, a través de la ensoñación, de una reconstrucción desdramatizada, edulcorada, bien envuelta y trabajada, con talento y muy buenos actores.

Al final, la añoranza del pasado es el objetivo. Lo aceptan unos, porque la nostalgia desplaza al análisis; otros, porque no lo conocieron y se ve muy bonito en la tele.

Y como los ejemplos son tan evidentes, algún día los enumeraremos.

Todo ello nos conduce al secuestro íntimo de la libertad, de forma tan ligera y alada que apenas se nota. Así es más fácil la gobernación, o el manejo del rebaño, para que cada unidad deposite una papeleta en la urna de cuatro en cuatro años.