El pintor Eduardo Arroyo acaba de publicar unas memorias: Minuta de un testamento (Taurus), título robado a don Gumersindo de Azcárate . Hay gente a la que el talento le sale por los poros. No contento con ser uno de los pocos pintores internacionales que quedan en este país, Arroyo, además, es escritor benemérito. Sus libros anteriores sobre Panama Al Brown y tumbas de boxeadores, entre otras aficiones, eran tan buenos que parecían ingleses. Su actual Minuta es aún mejor.

Cuenta cosas que solo un pintor puede apreciar, como esos despachos dedicados al maquillaje en los diarios franquistas, donde expertos en guache mejoraban las fotos según la corrección política.

No se atribuye a sí mismo, quizá por modestia, el trucaje de un retrato de Pasternak , sentado a la mesa de su cocina. Hubo que borrar una nevera cochambrosa que aparecía en la foto porque no era admisible que un ruso tuviera nevera en propiedad. El pobre Pasternak seguramente nunca supo que un artista se dedicó a ennegrecer las paredes, borrar la nevera y ponerle grietas a su modesta cocina hasta convertirla en una cueva de murciélagos. Uno imagina a Arroyo, torrencial hablador, agarrado al litro de whisky que le sirve de apoyo en este mundo, contando la historia ante sus amigos. El talento es así, se siembra a puñados, como el trigo, es una bendición.

Lo del talento es misterioso. Hay en Inglaterra tantos cabestros como aquí, basta ver los sombreros de los hooligans. Y no son menos populacheros, como ha demostrado esa mujer que agonizó ante las cámaras por un montón de dinero, lo cual solo se explica si una termitera social vive en éxtasis la pornografía tétrica. Sin embargo, el área de gente con talento sigue teniendo una densidad homérica.

En cambio, en España la capa de talento es débil y quebradiza como florecilla silvestre. Y esto viene siendo así desde que Fernando VII impuso con magnífica anticipación los planes de estudio de los sucesivos gobiernos españoles. Un proyecto que ha durado ya dos siglos. Menos mal que a veces, de puro milagro, sale gente como Eduardo Arroyo.

*Escritor.