La victoria de la derecha más conservadora en las elecciones de mitad de mandato es el punto de partida para la recuperación republicana de la Casa Blanca. Publicadas con gran sentido de la oportunidad tras aquella victoria y cuando la Administración demócrata atraviesa por su peor momento, las memorias de Bush, además de intentar lavar la imagen del que ha sido considerado como el peor presidente de EEUU, añaden impulso a esa campaña cuando el Partido Republicano carece de un líder visible, a menos que lo sea Sarah Palin. De los extractos aparecidos se desprende que Bush reivindica su capacidad de decidir en situaciones cruciales. ´Decision Points´ (Momentos decisivos) se titula el libro. Sin embargo, una cosa es la capacidad de tomar decisiones y otra es adoptar las acertadas. Las dos presidencias de Bush fueron en este sentido una sucesión de errores que van desde el Katrina a Irak, pasando por la economía. Pero el expresidente no reniega de nada, ni siquiera de las prácticas de asfixia simulada que, según la Convención de Ginebra, son pura y simplemente tortura. La justificación de que sirvieron para salvar vidas estadounidenses y británicas ha encontrado una contundente respuesta en Londres, desde donde se ha recordado que aquello es tortura y es ilegal. Bush heredó un mundo con muchos problemas, pero el que dejó es mucho peor. La condescendencia con que justifica la tortura quizá sea el mayor daño a la democracia inferido por un presidente al que ni las memorias ni la historia reivindicarán.