Hoy a las once de la mañana se inaugurará la segunda fase del Memorial a los 346 asesinados por el franquismo en Villanueva de la Serena. Concebido como «acto cívico de memoria», ha sido organizado por la asociación de familiares de estas víctimas, y con el apoyo del ayuntamiento de la localidad y la Diputación de Badajoz.

La Ley de Memoria Histórica, que tanta histeria desató entre la derecha, entró en barrena tras la llegada de Rajoy, y las conmemoraciones han vuelto a ser algo de iniciativas personales y de las simpatías políticas de turno. Si en Villanueva, con ayuntamiento socialista, se apoya la construcción de este memorial, en Badajoz, donde gobierna el PP y donde hubo casi diez veces más asesinados, se procura borrar el pasado, demoliendo la antigua plaza de toros, símbolo de aquel horror, o tapando con un nuevo muro las tapias del cementerio donde se fusiló a los defensores de la Badajoz republicana. Los adversarios de este tipo de conmemoraciones suelen afirmar que solo contribuyen a reabrir heridas, y que los «rojos» también cometieron muchos crímenes.

En cuanto a lo segundo, en una guerra, todos los bandos se manchan las manos, y el hecho de que los Aliados masacraran a la población civil de Dresde no impide el consenso en cuanto a quiénes eran los buenos y quiénes los malos en la Segunda Guerra Mundial. Cuantitativamente, además, las cifras no son comparables y, en Extremadura, la represión franquista causó casi diez veces más muertos que la republicana. En lo primero, las heridas seguirán abiertas mientras no haya condena y distanciamiento claros por parte de la derecha española frente a los sublevados del 18 de julio. Sería beneficioso para todos y, en primer lugar, para los propios conservadores. Desde que Willy Brandt se hincó de rodillas para pedir perdón en el cementerio de Varsovia (él, que era un socialdemócrata, y no era culpable de nada), nadie asocia a la CDU alemana con el nazismo, aunque fuera en ese partido donde se reciclaron los nazis.

En cambio, el PP prefiere mantener la etiqueta de heredero del franquismo, antes que perder a su núcleo más extremista. Y ello aunque eso dé alas a los nacionalistas periféricos, que por más de derechas que sean y por más que recorten en sanidad o educación, siempre tendrán cierta ventaja moral sobre un partido que no ha querido romper con un pasado lleno de cadáveres, con la triste verdad de que, a día de hoy, solo Camboya supera a España en número de desaparecidos, de personas sepultadas en fosas comunes y cuya reparación se niega por fidelidad a principios que contradicen nuestro presente y nuestra democracia.