THtay frases que los políticos no deberían echar en saco roto. No lo hace Zapatero, que tiene presente la que le gritaron los jóvenes en la noche electoral, y no deberían hacerlo los representantes de los partidos que se encontraban trabajando en el Congreso de los Diputados la semana pasada, cuando varios grupos de ciudadanos les dijeron "ésta no puede ser la casa de la bronca sino la casa de la palabra".

Recriminación que, por venir de quien venía, debería hacerles recapacitar a esos políticos que patean, insultan, ridiculizan a sus oponentes, no sé si porque eso es lo que les pide el cuerpo o porque es la orden que reciben de su portavoz y este a su vez del secretario general de su partido. Ver a hombres hechos y derechos, a mujeres a quienes se supone han recibido una esmerada educación, haciendo el chorra en el hemiciclo produce sonrojo y vergüenza. No se merece la ciudadanía una clase política de tan bajo nivel.

No sé si alguno de estos gritones ha tenido oportunidad de verse después en la pequeña pantalla. Si se ha visto y no ha querido que le trague la tierra es que no tiene el más mínimo sentido del ridículo.

Se puede disentir, se puede ejercer la oposición o el gobierno mejor o peor, pero nunca perdiendo las formas, porque ellos son el espejo de la ciudadanía. El lunes se cumplieron 26 años de la Constitución, el periodo más largo de nuestra historia en que los españoles no nos hemos tirado al monte. Aprovechemos esta oportunidad que nos ofrece la historia para asentar de una vez por todas las bases de una democracia fuerte.

*Periodista