TLtos equipos negociadores de PSOE y PP, capitaneados por José Antonio Alonso y Soraya Sáez de Santamaría , tuvieron claro desde el minuto 1 que si había encuentro en Moncloa era para poder visualizar algún acuerdo. Reunirse para nada estaba descartado. La foto por la foto, a estas alturas, era ya una crónica demasiadas veces escrita y, además, un encuentro estéril era sinónimo de desgaste tanto para Zapatero como para Rajoy . El trabajo silencioso y constante de varios equipos ha sido lo que el miércoles se escenificó en Moncloa. Antes del encuentro sus protagonistas conocían el final.

Y el final ha sido el final posible, impuesto a su vez por las circunstancias. ¿Cómo no coincidir en la necesidad de agilizar la justicia o en el rescate de la interinidad de órganos constitucionales? ¿Qué podría aconsejar al presidente del Gobierno a no buscar el amparo de PP ante una ETA acechada pero activa? Los acuerdos alcanzados tienen mucho de obvio, pero en política repetir, escenificar, lo obvio no es un ejercicio estéril, sobre todo ante los terroristas, que desde hace dos días han visto lo que no veían en los últimos cuatro años y es que los tiempos de la negociación, es decir de los espejismos, se han acabado.

Fuera han quedado aquellos flecos que en materia de justicia tienen mucho que ver con el Estatuto de Cataluña y como era previsible las cuestiones económicas. Y es que en materia económica no podía haber acuerdo en la medida que Zapatero ha hecho de su discurso para la crisis su seña de identidad frente al PP.

No está escrito ni dicho por Rajoy que pretenda recortar prestaciones, entre otras cosas porque son derechos adquiridos. Pero acercarse al PP en esta materia conlleva para Zapatero el riesgo de tener que diluir su discurso. Y sabe el presidente que su discurso político para la crisis económica es una de sus claves.

Si comparamos el encuentro del miércoles con otros anteriores, habrá que concluir que lo visto y oído es mejor que nada. A partir de ahí queda bien claro que el Gobierno ha optado por gobernar en solitario por la marejada de la crisis. Ha optado legítimamente por unos modos y maneras que tendrán que juzgar los ciudadanos y, a su vez, el PP ha salvado su responsabilidad como oposición.

La economía, la real, ni engaña ni cabe en un discurso. Está en la calle, en las familias, en cada ciudadano y en cada empresa. A todos ellos el Gobierno tendrá que dar respuesta a través de una estrategia que no comparte el PP. Esto y no otra cosa es la democracia. Y que cada palo aguante su vela.