Entre julio y agosto han fallecido en las carreteras españolas 708 personas, un 16% menos que en el mismo periodo del 2003. Es un dato agridulce. La mortalidad por accidente de tráfico queda por debajo de los 800 víctimas en los dos meses de las vacaciones por primera vez en 25 años. Pero continúa habiendo muchos muertos en esta plaga de difícil erradicación.

El ministro del Interior, José Antonio Alonso, ha asumido, en una comparecencia pública inhabitual al final de la operación retorno, que el compromiso del Gobierno para combatir las causas de la siniestralidad, es serio. Este verano no ha variado de manera significativa ni el número de conductores ni la cantidad o calidad de las carreteras y autopistas. Lo que sí empieza a cambiar es la concienciación de los automovilistas --presionados también por el entorno familiar-- ante el riesgo de sufrir un accidente por las condiciones inadecuadas del vehículo o las imprudencias al conducir.

Otro factor clave ha sido la actuación decidida de las administraciones central y autonómicas al respaldar a las fuerzas de seguridad para perseguir a los infractores. Era su responsabilidad y, además, el resultado les da la razón en este asunto.