Hay que remontarse mucho para hallar un clima de angustia, de incertidumbre en el futuro, como el que en estos momentos está viviendo Europa. No solo porque las noticias de la economía son cada día peores y porque no se sabe dónde va a terminar la cosa, sino, sobre todo, porque, en lugar de transmitir la sensación de que, antes o después, revertirán la situación, los líderes de las naciones y de los colectivos supranacionales parecen tan perdidos como cualquier ciudadano.

Lo peor de la señora Merkel no son sus errores en la gestión de la crisis griega, sino que se ha dejado arrastrar por las actitudes más histéricas y nacionalistas de su opinión pública. Con la que está cayendo, Nicolas Sarkozy está enfangado en un debate "estúpido" (Le Monde dixit ) sobre el burka. Los dirigentes de los dos grandes partidos británicos son humillados por el ascenso en los sondeos de Nick Clegg , un tipo majo, pero tampoco para tirar cohetes, que solo sube porque mucha gente ya no cree ni en laboristas ni en conservadores. Cunde la sensación de orfandad política. Y el ascenso de la ultraderecha, también en España, refleja, en parte, ese sentimiento.

Aquí, la última sesión en las Cortes fue un nuevo mazazo a la esperanza. Rajoy , una vez más, hizo responsable a Zapatero de todos los males de la economía española, que incluso exageró, complacido. Su bancada le aplaudió sonriente, como si le encantara lo mal que van las cosas. Zapatero, de nuevo, dijo que la situación empieza a mejorar. Como si pensara que alguien le va a creer. Y los suyos también le aplaudieron, no menos complacidos. ¿Es que nadie puede decirles, a unos y a otros, que ya no se puede aplaudir, y que tienen que mostrarse serios, incluso compungidos, que es como la gente va por la calle? Porque justo cuando ellos jugaban a pelearse, a 100 metros de allí, la bolsa caía, y mucho. Y en Fráncfort y en Londres, el precio de la deuda pública española volvía a subir. Y el Parlament daba un paso de consecuencias impredecibles en el conflicto entre Cataluña y España. Y encima, el paro. Y luego dirán que lo que tienen son problemas de comunicación.